Las Epidemias de peste en Orense y Armariz

Las Epidemias de peste en Orense y Armariz                2020/05/08

La finalidad de este artículo es dar a conocer un extracto del relato que hizo D. Joaquín-María Silva Reygosa, párroco de Santa María de Faramontaos entre 1813 y 1862, sobre los acontecimientos políticos y religiosos de un amplio período del siglo XIX, pero en especial, los relativos a aquellos aspectos que afectan a su parroquia, y tangencialmente a la nuestra de San Cristóbal de Armariz por ser colindantes. Es especialmente ilustrativa su descripción de los acontecimientos de los años 1852 a 1854 en lo relativo a la epidemia de cólera, y los años siguientes 1855 a 1857 en cuanto a la terrible peste de las viñas conocida como “oídium tuckerii”. A fin de contextualizar este relato hago una introducción relativa a las epidemias más significativas que afectaron a Orense a lo largo de la historia.

Médico italiano "protegido" durante la peste negra

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INTRODUCCIÓN
En el momento en que escribo este artículo estamos confinados en cuarentena por la pandemia del coronavirus o Covid-19, habiendo sido decretado el estado de alarma por Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo. La reclusión es muy estricta, permitiéndose la salida de la vivienda exclusivamente para comprar alimentos, medicamentos en farmacia, u otras causas de extrema necesidad.

La mayoría de la población soporta con estoicismo este estado de aislamiento en sus viviendas, más o menos cómodas según la dimensión de las mismas y el número de personas que la comparten. Una convivencia tan estrecha, y durante tantos días, es una dura experiencia que pone a prueba el sistema nervioso y el equilibrio emocional de cada uno para soportarse mutuamente. Seguimos con un cierto tedio la información continuada del número de afectados, muertos o recuperados. A veces nos irritamos de la ineficacia del gobierno que ha pecado de imprevisión y de evidentes errores de gestión, que con sus contradicciones, rectificaciones y manipulación de datos ha perdido toda credibilidad. A punto de cumplirse los dos meses de confinamiento, y con la esperanza de que pronto empiecen a suavizarse las actuales estrictas limitaciones de movimientos, muchos comienzan a impacientarse, no siendo pocas las quejas.

Esta pandemia ha paralizado el mundo por primera vez, creando imágenes difíciles de imaginar hace solo tres meses. Grandes ciudades desiertas, con aspecto fantasmal, nos permiten evocar situaciones apocalípticas solo imaginadas en los relatos de ciencia ficción. La globalización de la que disfrutamos, con la universalización de los viajes de masas y la interdependencia comercial, crea la situación ideal para la rápida expansión de cualquier enfermedad a nivel planetario. Las consecuencias económicas van a ser serias y no cabe descartar un cambio significativo en la sociedad a partir de esta experiencia tan traumática. También los sistemas sanitarios deberían ser revisados y sometidos a normas más rigurosas de funcionamiento después de haber mostrado más voluntad que eficacia en esta emergencia sanitaria. El servicio prestado ha puesto de manifiesto graves deficiencias, que hacen que costosas organizaciones se vuelvan inoperantes por falta de una adecuada organización, coordinación y dirección, que no pueden ser justificados sólo por la escasez de recursos.

The Plague at Ashod - Recreación de Nicolas Poussin (1594-1665)


Las deficiencias actuales, y todos los inconvenientes que tenemos que soportar, nada tienen que ver con lo que las sociedades más primitivas sufrieron en las enfermedades contagiosas que les tocó vivir. Las epidemias no son un fenómeno nuevo. Han existido siempre, aunque la propagación fuera más lenta por la menor movilidad de la población y el menor número de contactos, pero sus efectos fueron mucho más letales. En muchos casos se aislaban las poblaciones alertadas ante la proximidad del virus, consiguiendo evitar el contagio, esperando hasta que se iban extinguiendo los focos más próximos. La medicina de la época, en un nivel de desarrollo muy primitivo, no podía explicar las causas de contagio de las enfermedades epidémicas, motivo por el que la creencia popular, alentada por la iglesia, explicaba su origen por la intervención divina como castigo a la impiedad humana. En consecuencia, se depositaba la esperanza de la curación en la oración y en las rogativas a los santos San Roque y San Sebastián, abogados contra las pestes. Estas concentraciones masivas de la población en procesiones y en iglesias abarrotadas de gente lo que conseguían, en muchos casos, era extender aún más la enfermedad por el contacto masivo de gente sana con los contagiados.

Leyendo algunos relatos de epidemias de otras épocas, cualquiera se horroriza solo con imaginar las condiciones higiénicas de los afectados, abandonados a su suerte y en algunos casos expulsados de las poblaciones, o recluidos en casonas aisladas fuera del núcleo habitado, que hacían las veces de hospitales, con un poco de paja como colchón en el mejor de los casos. Los cadáveres eran abandonados en las casas o calles, en ocasiones se mal-enterraban, con lo que se convertían en un nuevo foco de contagio. La alimentación, proporcionada por la caridad pública, era escasa. El resto de la población no afectada también sufría hambre, ya que, al abandonar las labores agrícolas por la enfermedad y la mortandad, y no existir un sistema de almacenamiento de excedentes no perecederos, pronto se agotaban las reservas del año anterior dando paso al hambre más espantosa. La desnutrición era terreno abonado para que la enfermedad se desarrollara a sus anchas en organismos muy debilitados. En definitiva, cuanto horror, y que lenta y dolorosa agonía tenían que soportar sin medicinas curativas ni paliativas contra el dolor.

Cuando llegaba la noticia de que había tocado la peste a una localidad próxima, las demás se aprestaban a aislarse cerrando las puertas de la ciudad, poniendo guardias que las vigilaban permanentemente e impidiendo la entrada de comerciantes y cualquier persona ajena a la propia ciudad. Se habilitaba un lugar para hospital o lazareto que, en las ciudades, en especial aquellas atravesadas por importantes vías de comunicación, podían ser permanentes, como lo acredita el origen de los actuales hostales de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela o el de San Marcos de León, que fueron construidos para atender a los peregrinos enfermos o albergar a los contagiados en las epidemias. Cuando no existía un lugar permanente se habilitaba un monasterio u otro edificio aislado del resto de viviendas de la ciudad, como fue el convento de San Francisco en Orense en las epidemias de cólera del siglo XIX.

Algunas epidemias tuvieron especial trascendencia en Galicia en siglos pasados, y concretamente en Orense, como ha registrado la historiadora Olga Gallego Domínguez en su trabajo “La Peste en Orense desde el siglo XIV al XIX”. A través del estudio de documentos del cabildo catedralicio, del concello Orensano y de escrituras notariales, entre otras fuentes documentales, se han podido precisar las epidemias que mayor trascendencia han tenido en la ciudad. Por otra parte, las condiciones higiénicas de siglos pasados, donde las calzadas estaban sin empedrar, los cerdos y gallinas vagaban por las calles corrompidas por excrementos, sangre del matadero y todo tipo de inmundicias, unido al gran calor del verano orensano, eran fuente de frecuentes epidemias en los meses estivales producidas por el tifus y otros patógenos.

The plague in Leiden - 1574

No voy hacer aquí una exposición minuciosa de las distintas plagas de Orense, porque gracias al aislamiento de nuestra parroquia y la escasez de contactos con la capital en aquella época, es muy posible que se librara de la mayor parte de ellas. Al menos desde 1700, en que hay registros de fallecimientos, no se aprecia una mortalidad alarmante en ningún año que hiciera pensar que fuera gravemente atacada por alguna epidemia.

Orense se vio afectada por la famosa peste negra llegada a Europa entre 1347 y 1348, traída por los cruzados que retornaban de Tierra Santa. Se cree que se trató de una peste bubónica. Fue una de las mayores tragedias de la humanidad que redujeron la población de entonces en un tercio, llegando a la mitad en algunos lugares. El propio rey de Castilla Alfonso XI falleció en Gibraltar víctima de la peste mientras tenía sitiada la ciudad en el año 1350.

Se tienen constancia de otras pestes o pestilencias en los siglos XV y XVI, pero es en este último donde aparecen más documentadas las sucesivas epidemias, siendo especialmente significativas las sufridas en los períodos 1506-1507 y 1557-1558. En especial, entre 1573 y 1577, es cuando llegó a Orense una de las más mortíferas pestes de que se tiene constancia, especialmente entre julio y noviembre de 1573. Afectó a otros muchos pueblos, posiblemente también al nuestro, dada la virulencia y expansión que tuvo. Se cree que pudo ser tifus exantemático. Continua en 1574, y con rebrotes sucesivos en los años siguientes, estando muy documentada.

En 1598 y 1599 llegó otra gran epidemia, que se cree que fue de peste bubónica y que duró hasta 1603. Entró por el Cantábrico y Asturias, siendo también de las más graves de las que se tiene constancia, estando también muy documentada, cobrándose 500.000 vidas en el conjunto del reino. Como solía ser habitual, la peste fue precedida de unos años de hambre haciendo presa el virus en los cuerpos desnutridos potenciando su letalidad. La ciudad fue aislada, sufriendo mucha escasez de pan. Quedó recordado el año 1599 por las crónicas del momento como un año “en que hubo tres cosas notables: grandísima hambre, muchísima peste y más ladrones.” Igualmente se cita que “esta enfermedad daba a la gente pobre, mísera y mal mantenida, dejando libres las personas de regalo y buenos mantenimientos”.

Las alteraciones climáticas no son un fenómeno exclusivo del actual cambio climático. En Galicia, y por supuesto en el resto de España, se alternaron grandes sequías con otros ciclos de lluvia torrencial y persistente, que comentaré más adelante. En 1618 hubo gran hambre. En el mes de marzo consta que había llovido más de 40 días seguidos, ocasionando inundaciones y avenidas, y provocando gran escasez de alimentos. Las cosechas se pudrían en los campos sin poderse recoger. Se organizaban rogativas a los santos protectores, siendo de asistencia obligatoria para todos los vecinos de la ciudad y pueblos bajo multa de 200 mrs.

Las grandes hambrunas eran cíclicas, dependiendo de alteraciones climáticas extremas. Se tiene constancia de otros años de gran hambre en 1631 y en 1674, con mucha gente mendigando y muriendo por las calles.

La guerra de la separación de Portugal de 1640, creó un período de gran inestabilidad en la provincia de Orense entre 1640-1668, provocada por razias frecuentes perpetradas por los portugueses, y por el bandidaje, incendios y robos, tanto de estos como de las tropas asentadas en la provincia para combatirlos. A esta inestabilidad se sumaba la falta de hombres para el trabajo en el campo por las frecuentes levas para el ejército, agravando el despoblamiento y las malas cosechas, produciendo todo ello hambre, enfermedad y muerte. Siguen las hambrunas en 1681 y 1697-1698 para rematar el accidentado siglo de oro español y la dinastía de los Habsburgos.

Plaga de Cólera - Vacunacion por el Dr. Ferrán - Alzira - 1885

Comienza el siglo XVIII reinando en España la dinastía de los Borbones después de la Guerra de Sucesión. Tanto 1710 como 1723 fueron años de nuevas pestes, precedidas por el hambre, como suele ser habitual. Las tropas acampadas en la provincia, además del tránsito de los ejércitos en la guerra de Sucesión, y los continuos conflictos con Portugal, fueron otros tantos focos de constante contagio. En 1710 prendió la peste en Santiago, de donde llegó a Orense gente huyendo de esa ciudad buscando refugio, pero creando el efecto contrario al extender el contagio a la ciudad.

Las cofradías de los santos abogados protectores de la peste son muy antiguas en Orense. La de San Sebastián es la más antigua, donde ya en 1437 se tiene constancia de su existencia. La cofradía de San Roque se funda en 1598 con motivo de la gran peste que he referido anteriormente.

Si algo caracteriza al siglo XIX fueron las pandemias de cólera. En 1833 entra por el puerto de Vigo una gran epidemia de cólera que produce 300.000 muertes en España. Además del foco gallego hubo otro casi simultáneo en Barcelona, y unos meses más tarde otro en Andalucía que fue el que se extendió por gran parte de la Península. Esta primera oleada del cólera morbus coincidió con la muerte de Fernando VII y el inicio de la primera guerra carlista por la sucesión en el trono, razón por la que no se le prestó la atención que la gravedad de sus consecuencias requería. Tal vez por ello alcanzó un número tan elevado de víctimas.

En 1854-1855 se produce una segunda oleada de cólera, precedida también por la gran hambruna de 1853, conocido como el año del hambre en Galicia. El Gobernador Civil y la Junta Provincial de Beneficencia habilitaron de urgencia un hospital en octubre de 1855. Este segundo brote fue muy documentado, especialmente en la prensa del momento que ya se popularizaba como medio de comunicación. Afectó de forma más o menos directa a casi un 5% de la población, por lo que conmocionó a la sociedad que vivía en una psicosis de miedo, dejando un poso en la memoria colectiva que perduró durante todo el siglo. Se empezó a conocer mejor la enfermedad y la forma de trasmisión, lo que alentó a las autoridades a tomar medidas para sanear las ciudades con obras públicas importantes de suministro de agua y saneamiento.

Esta segunda epidemia de cólera merece una atención especial en Galicia por lo duramente que fue golpeada por ella. A mediados del siglo XIX se vivieron unos años terribles en términos de calamidades humanas. Después de una pertinaz sequía en 1851 y 1852, llegó un 1853 tan intempestivo, con un ciclo de lluvias de gran intensidad y persistencia, lloviendo ininterrumpidamente durante meses, en lo que parecía un segundo diluvio universal, que ocasionó hambre, enfermedad y desolación. Las cosechas se pudrieron en los campos, privando a los labradores no solo de la comida del año, sino también de la siembra del año siguiente. En esas condiciones de desnutrición extrema, de mucha humedad, la mortalidad fue grandísima. Incluso en una época tan desprotegida como aquella, donde no existía ninguna cobertura social, se hicieron colectas en Madrid para ayudar a los afectados gallegos que morían deambulando por las calles enfermos y desnutridos. Hasta donde yo he podido averiguar nuestra parroquia no debió de verse tan afectada, pues en el libro de difuntos no se aprecia un incremento significativo de fallecimientos. Ramón Otero Pedrayo en su novela “Os camiños da vida”, en uno de sus capítulos, hace referencia a estos terribles acontecimientos. El relato de D. Joaquín Silva de lo acontecido en Faramontaos es bien ilustrativo de los difíciles momentos vividos y de cómo muchos subsistieron de la caridad ajena, a pesar de no ser de las zonas más castigadas.

En 1865 se produjo la tercera oleada del cólera en España que, siendo importante, no alcanzó las cifras de las dos anteriores. Entró en esta ocasión por el puerto de Valencia, extendiéndose rápidamente por el conjunto del país.

Finalmente, la cuarta gran oleada de cólera se produjo en 1885, entrando en esta ocasión por el sur y afectando especialmente a las provincias de Granada y Jaén, aunque también entró desde Francia, afectando especialmente a Valencia y Zaragoza, ocasionando muchos miles de muertos. Orense, como otras muchas ciudades, se preparó para combatir la epidemia, si bien las medidas preventivas dieron sus frutos, saldándose con 94 infectados y 38 fallecidos en la provincia. Como puede apreciarse fue muy ligeramente afectada y su incidencia general fue mucho menor por los conocimientos que se habían acumulado en anteriores epidemias y los medios para combatirlas. Aún hubo otro brote en 1893 en Tenerife, que, aunque fue mucho más limitado su ámbito, afectó a casi el 9% de la población de la isla, muriendo más del 20% de los afectados, lo que supuso una gran mortalidad en la población de la isla.

El total de fallecidos por estas pandemias de cólera en España a lo largo del siglo XIX lo cifran algunas estimaciones en casi el 1.000.000 de víctimas, aunque el número es secundario, ya que lo que está sobradamente demostrado es el terrible y profundo impacto que tuvo en la sociedad del momento.

Centro de internamiento de afectados por la pandemia de gripe en 1918

Todavía en el siglo XX hubo dos pequeños brotes en los años 1971 y 1979. El primero de ellos surgió en el valle del Jalón en la provincia de Zaragoza. Aún está presente en mi memoria, que estando yo aquel verano en el campamento de milicias, todos los militares fuimos vacunados, como igualmente lo fue toda la población de Zaragoza y de otras poblaciones del valle del río Jalón.

Hay que recordar que la pandemia de gripe de 1918 es considerada la epidemia más devastadora de la historia humana, matando en un solo año entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo, y en el total de su vigencia entre 50 y 100 millones. Su desarrollo coincidió con el final de la Primera Guerra Mundial, siendo conocida en todo el mundo erróneamente como la “gripe española”. Ha quedado acreditado que España no fue el origen de la epidemia, simplemente ocurrió que en España las noticias de la gripe tuvieron una mayor proyección en la prensa escrita, ya que al no participar en la guerra europea los medios de comunicación no estaban censurados, como sí ocurría en el resto de países implicados en el conflicto.

Tenemos constancia de que esa terrible epidemia de gripe también afectó a nuestro municipio, y en concreto a nuestra parroquia de San Cristóbal de Armariz. El mayor impacto en nuestra parroquia parece que se produjo en la segunda oleada de 2019, afectando de lleno y con gran virulencia a todo el municipio. Aún mis abuelos recordaban la epidemia de ese año y los muchísimos fallecimientos que se produjeron.

El Diario de Pontevedra del 03 de mayo de 1919 y El Progreso del día 30 de abril de 1919 se hacen eco de una noticia del "Diario de Orense", donde se llama la atención a las autoridades gubernativas para que tomen cartas en el asunto para evitar males mayores, con el siguiente contenido:

“Nos comunican que en el Ayuntamiento de Nogueira de Ramuín, y especialmente en las parroquias de Villar de Cerreda, Carballeira, Viñoás, Armariz y otras, la epidemia gripal se ha desarrollado estos días con extraordinaria difusión y virulencia, habiendo pueblos, como el de Louredo, que cuenta con poco más de cien vecinos, con 69 casos de gripe, algunos graves y de carácter bronconeumónicas.
La asistencia facultativa parece que es insuficiente, y por estas razones, en evitación no solo del contagio, sino de una mortalidad excesiva, llamamos la atención del señor gobernador civil, a fin de que se sirva ordenar la investigación comprobatoria de esta denuncia y la adopción de las medidas que juzgue oportunas.”

Además de las grandes pandemias referidas de la peste bubónica, el tifus exantemático, el cólera y la gripe española, han existido otras de gran virulencia en momentos puntuales con número de víctimas también muy elevado. Han producido gran mortalidad entre los niños la viruela, el sarampión y la difteria o garrotillo. Hasta que se tomaron medidas higiénicas respecto al agua de consumo, el vertido de residuos, aguas fecales, lavaderos con agua corriente, empedrado de calles, alejamiento de los cementerios, mataderos y otras actividades peligrosas, las epidemias eran casi constantes, aunque en la mayoría de los casos se circunscribían a un área reducida. Desde finales del siglo XIX la situación cambió sustancialmente, incluso a pesar del número de víctimas de la gripe española.

Protección con mascarillas de tela durante la epidemia de gripe de 1918

RELATO DE D. JOAQUIN SILVA REYGOSA

El abad Joaquín-María Silva Reygosa, nacido el 16 de julio de 1777, ocupó el cargo de párroco de Sta. María de Faramontaos desde el 31 de enero de 1813 hasta su fallecimiento el 25 de febrero de 1862.

Dediqué mi anterior artículo en este blog a glosar la figura de este clérigo y explicar por qué me refiero a él perteneciendo a otra parroquia distinta de la que es objeto de mi estudio. Recordar aquí solamente que relató los acontecimientos más significativos de la vida política del país en una época especialmente convulsa que supuso la transición de un régimen monárquico absolutista a una monarquía parlamentaria. Este tránsito no estuvo exento de conflictos de todo tipo, en especial, enfrentamientos militares causados por la sucesión al trono, además de pronunciamientos militares y enfrentamientos entre liberales progresistas y moderados.

Para no ser reiterativo, añado a continuación el enlace de mi anterior artículo por si es de interés para ampliar lo aquí expresado. 


Joaquín Silva Reygosa - Párroco de Santa María de Faramontaos

En este post transcribo las referencias que constan en sus escritos sobre las epidemias y plagas que se sufrieron en aquella época, y que son de interés para los habitantes de nuestra parroquia, ya que, al ser limítrofes ambas parroquias hemos de suponer que las consecuencias habrán sido similares.

Manifiesta D. Joaquín Silva que era familiar del cardenal y obispo de Orense D. Pedro Quevedo Quintano, incluyendo un relato detallado de las honras fúnebres de dicho obispo y cardenal, que también fue objeto de otro de mis posts en el blog “Tertulia Casual”. El link de ese artículo, por si puede ser de interés, es el siguiente:


Pedro Quevedo Quintano - Obispo de Orense y Cardenal - Honras fúnebres

ANEXO:
Extracto del relato de D. Joaquín Silva Reygosa, párroco de Santa María de Faramontaos, relativo a las pestes, plagas y calamidades que afectaron a su parroquia, dentro del relato más amplio referido a la situación política y religiosa de España entre 1834 y 1857 que he publicado en mi blog “Tertulia Casual” en el siguiente link:


La transición del absolutismo al liberalismo en la España del siglo XIX

Año 1834
Por este tiempo afligía a España la terrible peste del cólera morbus, o más bien cólera Dei. En la noche del día 16 de julio acometió la Corte. Al amanecer del 17 habían muerto ya más de 1.000 personas. Los enemigos de los regulares corrieron la voz de que los religiosos envenenaran las aguas de las fuentes y que causaran tal mortandad. Con esto se desencadena el populacho y algunos soldados y entran a degüello en el colegio de los jesuitas, dominicos, mercedarios y otros y a la noche con los franciscanos. Matando 60 que había, y en todos subió de 150, extendiéndose a otros seculares subió entre todos a otros 1.000 muertos. El gobierno desaprobó el atentado, mas como no se castigó, lo hizo Dios diezmando a Madrid con la peste que siguió.

Año 1850
El Señor, viendo la relajación e inmoralidad de España, la visita con pestes y la falta de agua, especialmente en Murcia, Valencia, Bajo Aragón y Cataluña, no habiéndose sembrado hace dos y tres años por la sequía, emigrando lugares enteros para Argel e interior del reino, pues en algunos secaron los ríos y fuentes, y mataron caballos, perros y gatos, y la tierra ni hierba produce, y en toda España hay muchísimas tempestades, menos en Galicia, lo que se debe a Santiago.

Año 1851
La España sigue en su decaimiento, crecen las contribuciones y suben al año de 1.300 millones, en términos que absorben todo el numerario, y en principio de 1852 se ve arrastrada la gente. Hay poco grano que vender, va a 4 y 5 rs. ferrado, mas no hay un ochavo en la gente, ni para pan ni vino, y no habiendo venta para esto, no hay para los tributos.

La sequía que hace años afligió muchas provincias del reino se extendió a Galicia para castigo de Dios por la desmoralización que cunde, y así es, que casi no llovió desde San Juan de 1851, y se cogió poco maíz y casi ningunas patatas, único alimento de la clase media y de todos los labradores, poca hierba seca y ningunos nabos. Se siembra tarde el centeno, no hay esfollata y perece el ganado. Hubo un pulgón en la verdura y en 15 días la devoró toda, y con la sequía no nació la que se sembró. La gente sin pan, maíz, patatas, verduras, nabizas, ni más legumbres, con cerdos flaquísimos, pues no hubo con que cebarlos, se ve y verá en angustias.

Año 1852
Siguió la sequía de 1851 hasta 17 de mayo de 1852, en que empezó a llover tanto que no nació sino poco maíz, patatas y demás legumbres, y no aclaró el sol hasta 18 de julio. En seis días se hizo la siega del pan y se acabó de recoger con agua, que volvió, naciendo el grano en las medas cubiertas de verde, y no aflojó hasta el 18 de agosto en que empezaron las majas, repitiendo el agua, y no se pudo sembrar el centeno en septiembre, sino en ocho de noviembre. Nació mal, siguiendo la lluvia hasta fin de diciembre, anunciando malísima cosecha para 1853, y como no se cogió maíz, ni patatas, que se pudrieron las más, amenaza un año de hambre para el siguiente.

La desmoralización se aumenta. La codicia es general, y la usura sobre todo. Como ahora no hay tullas de los prioratos ni curatos, acude la gente a los usureros que en la primavera prestan dinero a cuenta de grano a desprecio, ganando ciento por ciento, y así empobrecen del todo a la gente, a lo que contribuyen las exorbitantes contribuciones.

Año 1853
Siguió en 1853 un temporal destemplado. En enero hubo 4 días de sol; en febrero 3, en marzo 2 y medio; en abril 15 días, en mayo 6, en junio 12, en julio 27, en agosto 9, en septiembre 17, en octubre 8, en noviembre 7 y en diciembre 8. Total 118 días de sol. Llovió hasta 10 de marzo, en que empezaron las nieves hasta último de mes, en que empezó el hambre, y se agravó tanto que en mayo y junio tuve que mantener diariamente 40 familias. En Madrid se formó una Junta de Socorros presidida por el Patriarca gallego y los demás gallegos, donde se reunieron las cuantiosas limosnas del reino, de algunos obispos de Francia y de su emperatriz, de Portugal, y hasta 40.000 reales de una gallega casada con un banquero muy rico de Londres, de La Habana y otros sitios. Todo se libraba en Madrid, y la Junta lo repartía a las cuatro provincias, y cada obispo a cada arciprestazgo, y éste a los curas. Aunque por acá cargó mucho, fue mayor en las montañas de Lugo, Mondoñedo y Santiago, donde morían algunos de hambre. Nuestros pecados, y la general relajación provocaron la Justicia de Dios.


Año 1854
Visita de esta Parroquia. El Ilmo. Sr. D. Luis de la Lastra y Cuesta andando de visita en este arciprestazgo, llegó aquí en la mañana del 26 de octubre de 1854 con su secretario, D. Manuel Feijoo, canónigo en la Sta. Iglesia Catedral de Orense, y un capellán. Viniendo de Armariz, a poco de descansar hizo la visita de la iglesia, predicando, reconociendo el sagrario, pila bautismal, sacristía con todos los ornamentos, albas, manteles, cálices y más alhajas. Visitó los altares, aras y manteles, todo por menor y escrupulosidad, hizo la procesión de difuntos y al concluirla, desde el medio de la iglesia concedió un sinnúmero de indulgencias a todas las devotas prácticas que se hacen en esta iglesia, como rosarios, viacrucis, estaciones y otras, concediéndolas también a todas la imágenes de María Santísima que hay en la misma dentro de ella, y hasta a la que está fuera en la fachada del templo, y a cada una de las imágenes todas que hay en los tres altares. Pasando después a la sacristía, le presentó el Abad de Loña, Dr. D. José Boo, propuesto por S.S. y el Gobierno, previo concurso, para el curato vacante y de término de Santa María de Melias, como Arcipreste del partido de las alcaldías de Nogueira de Ramuín y Pereiro de Aguiar, tres hombres de la parroquia de más conducta y honradez, de los cuales tomó S.S.I. a presencia de su secretario noticia del estado del cura, clero y feligreses en su estado moral.

Al siguiente día 27 se cantó otra misa como en el primer día, volvió a predicar S.S.I. sobre el sacramento de la confirmación que administró enseguida a los de esta feligresía y de S. Miguel, Armariz, Loña y Rubiacós, y a la tarde fue S.I. personalmente a visitar la capilla de Ntra. Sra. de los Dolores y de S. Cayetano de Eiradela.
Pasó aquí S.S.I. los días 28 y 29 de octubre descansando y visita de los libros parroquiales, y en el 30 después de misa salió para Covas.

Protección con mascarillas durante la gripe de 1918

Cólera morbo. Hemos hablado otros años de este terrible azote con que el Señor Nuestro Dios castiga todas las naciones, para contenerlas de la general desmoralización que cunde por ellas, siendo más de extrañar en nuestra España, antes tan religiosa con la ayuda del tribunal de la Santa Inquisición, que abolieron los impíos liberales de las Cortes de Cádiz en 1812. Y desde entonces, se fue extendiendo más en cada trastorno en el gobierno del Estado entre los liberales, señalándose más períodos en que los progresistas gobiernan por la persecución a los Sres. Obispos, curas y cabildos, mayor licencia y libertinaje de la prensa, mayor circulación de libros prohibidos, folletos inmorales, escándalos públicos, sin apoyo en las justicias para cortarlos, falta de cumplimiento pascual, blasfemias y palabras lascivas proferidas en todo sitio público. Para castigo de tanto pecado público descarga sobre España todo género de tribulaciones, y entre ellas la peste, que si afloja en unos pueblos se aumenta en otros.

Galicia, por la intercesión de nuestro patrono y aposto Santiago, se fue librando de este terrible azote, mas como dice la Escritura “unos a rogar y otros a maldecir, ¿a quién oirá Dios?”. Creció tanto la maldad en este reino que permitió Dios que en un barco que llegó a principios de 1854 al lazareto de Vigo con algunos apestados del cólera, la comunicó a este puerto de mar, pueblo de los más relajados de España. Allí estuvo estacionado algún tiempo, luego pasó a Pontevedra y a muchas parroquias del contorno, y hacia el Carballino, y salta a S. Pedro de Moreiras, y Sobrado del Obispo, avisando a los de Orense, y aunque esta ciudad se preparó y trató de aplacar la ira de Dios, no llegó a calmarla del todo, y entró la peste en la ciudad.

No fue con la fuerza que en otros pueblos, ni cundió toda ella, sino la mitad del mediodía. Era el mes de octubre, y la gente sin distinción hizo los mayores esfuerzos de devoción, haciendo una solemnísima procesión a S. Roque, que salió de la Catedral. Siguió por el sitio apestado a la puerta da Aira, entrando en la carretera, siguiendo por ella hasta la fuente del Rey, subiendo a la Plaza del Hierro, Santo Domingo, Campo de las Mercedes, rematando en S. Francisco, en cuya iglesia colocaron la Imagen de S. Roque. Iba en ella el Cabildo Catedral con sus hábitos corales, cruz, ciriales, toda la tropa sin armas, seminario, curas y clero, hombres y mujeres, todos y todas con fachas y velas encendidos, que dejaron todo al santo para que ardiese diariamente, y la congregación de capellanes de la catedral le daban culto, y todos los vecinos del pueblo. Con esto y otras obras del devoción y penitencia, el Señor perdonó a la ciudad, donde no murieron sino unas ochenta personas, y cesó en principios de noviembre de 1854.  Formándose otra procesión igualmente solemne fueron desde la catedral buscar a S. Roque a S. Francisco, se le tuvo misa de acción de Gracias, sermón y Tedeum. El convento de San Francisco fue el hospital de los coléricos.

También cundió la peste a algunas parroquias del obispado. Por aquí tocó a Velle, algo a Covas, y algún caso en Triós. Aquí ninguno, por la intercesión de María Santísima de la Concepción Inmaculada, a cuyo fin le tuvimos cuatro días festivos la oración continua de 24 horas, empezando a media noche, concurriendo toda la parroquia por familias repartidas en las 24 horas, empleándolas en rezar (sin parar ni un minuto) el rosario, cantar algunos dices, y salves, y rezar devotas oraciones a esta soberana Reina.

Desde la media noche en que se daba señal con tres grandes repiques de campanas, y con la mayor se daban las doce, y seguían dando todas las horas, y con la segunda las medias, empezaban las familias todas de Costela, (que si cuando vine aquí en principios de 1813 eran solo cinco vecinos, ahora ya son dieciséis), hasta las cuatro de la mañana en que venían de Sta. Següiña, y seguían los lugares de abajo.

Había dos misas, y antes de ellas se rezaban en alta voz las letanías meditadas (que trae el librito de la archicofradía de la oración continua a la Inmaculada Concepción de María Santísima, fundada en la Parroquia de Ntra. Sra. de las Victorias de París en diciembre de 1836, al Sagrado Corazón de Nuestra Señora, y extendida ya por las cinco partes del mundo). A la letanía seguía la Salve cantada de Ave Maris Stella, puesta en verso castellano por el sabio Bedoya, deán de Orense, en su Manual Cristiano. Se empezaba la santa misa, y se predicaban las glorias de la Virgen leyendo una o dos lecciones del mes de mayo sobre el amor de María, de D. Roberto Ermitaño, Camaldulense de Monte Corona en los Estados Romanos, a que asistía toda la parroquia.

Mediaban dos horas, y volvían cuantos podían a la segunda misa en que había los mismos ejercicios y lectura de otras dos lecciones, en las que solamente se paraba de rezar, y así se seguía hasta mediodía en que se paraba aquí en la parroquia, y en el mismo punto seguía arriba en Eiradela en la capilla de Ntra. Sra. de los Dolores, concurriendo toda la gente hasta la una, en que volvía abrirse el rezo y continuaba alternando con el canto hasta media noche.

Ocho días antes, por medio de una papeleta que se pegaba a las puertas de las iglesias de Armariz y S. Miguel, avisaba y convidaba a sus feligreses a que nos acompañasen en la oración continua, y en efecto concurría mucha gente a la mañana y tarde.

Para que nunca cese el rezo, tenía en las 24 horas dos hombres que lo guiaban, cuidaban de dar las horas y de las velas que ardían, a los que mantenía y pagaba yo.

A más de estos días de oración se tuvo con la mayor devoción la novena de la Asunción de Nuestra Señora, la patrona, ayunando en ella cinco días, porque como dice S. Bernardo, la oración, para que produzca fruto debe acompañarla la penitencia. Tuviéronse también dos novenas a S. Roque y misas cantadas, y a S. Antonio con otra novena, y en todos cinco días ayuno en cada uno. También acudimos a Santiago como patrón de España y especial protector de los gallegos, y en el 15 de agosto, día de Ntra. Augusta Patrona, se formó una solemne procesión. Vinieron pendones de fuera y acompañaron a la imagen de María Santísima, las de S. Roque, S. Antonio y Santiago, cantando la letanía de todos los Santos y las preces “Tempore mortalistatis et prestis.”

No permití gaitas ni debía permitirlas, y debemos confesar que el Señor, desarmado su justo enojo, por la intercesión de su Santísima Madre y más santos abogados de esta parroquia, nos apartó por este año la peste que sigue retoñando en varios pueblos de España.

Te Deum Laudamus

Oídium tuckerii. Otra tribulación con que nuestro Dios aflige a la España es la peste del viñedo de 1854, a que han dado el nombre de oídium tuckerii. En lo natural, se atribuye a unos grandes fríos y humedades que hubo en mediados de mayo y poco calor en verano. La hoja de la vid se cubrió de un polvo blanco y negruzco que la hizo blanca, y cayó, pasó a las varas y cubrió los racimos, poniéndolos asquerosos a la vista, despidiendo un olor desagradable, y en vez de madurar la uva detuvo su crecimiento y reventaban los granos.

Acometió esta peste especialmente en los países húmedos, y así llevó todo el vino de las riberas del Miño y del Avia, en términos que yo no cogí ni un solo racimo en la viña de Melias, y aquí, que cogía a siete moyos, se cogieron seis ollas. Sin embargo no subió mucho en precio, y hasta últimos de 1854 se vendía el cuartillo a 7 y 8 cuartos y el moyo a 160 rs. Es verdad que labradores y menestrales no probaban el vino en toda la semana, y si el domingo bebían medio cuartillo, era lo más, y todos generalmente se arreglaban a la mitad de lo que bebían antes. Fue un bien para este país que no fue general la peste en toda España, y así, empezó de pronto a bajar mucha arriería de Valdeorras y Zamora con precioso vino a 8, 9 y 10 duros.

Año 1855
Cólera morbo o más bien dicho Cólera Dei. Como en el gobierno de los progresistas se aumenta tanto la desmoralización, y en los periódicos liberales y hasta en las mismas Cortes se vierten las doctrinas más disolventes, y la voz libertad suena a cada momento, creen las gentes que tienen libertad para vivir como quieran sin freno ni temor de Dios, ni del infierno, en una palabra, sin fe. Como no se castigan los delitos, quien jura, maldice y blasfema a todas horas, provoca cada vez más la ira del Señor, sin que baste a contener a la gente los castigos del cielo en la destemplanza e irregularidad de las estaciones, inundaciones y desbordes de ríos, que entrando en ciudades las arruinan y convierte en lagos, arrastra pueblos, perecen gentes, y ganados, hay incendios y mil males. Y no bastando para contener a los pecadores y pecadores públicos, suelta el Señor el terror de la muerte con la peste cólera, ocultando su remedio después de tantos años como corre las cinco partes del mundo.

En el año 1855 afligió tanto a España, que la invadió toda, no quedando ciudad ni pueblo numeroso que no corriese, y hasta aldeas pequeñas, aunque no todas, haciendo innumerables víctimas, cebándose en los hombres y mujeres más viciosos en ira, lujuria y borrachera, sin perdonar a viejos ni a niños. En Orense acudieron a la penitencia y oración, y aun murió mucha gente, y en algunas parroquias, y aunque no vino a ésta, el Señor nos visitó desde el mes de octubre con tales fiebres y cortados, que en los tres meses últimos hubo la mortalidad que se ve en el libro de difuntos.

Oídium Tuckerii.- Peste de las viñas. Después que esta peste corrió algunos países extranjeros y algunas provincias de España, acometió a Galicia en las mejores riberas, como son todas las del Miño, la mayor parte de las del Sil y del río Avia, y sus contornos. En la cosecha de 1854 y 1855 no se cogió ningún vino limpio en la gran ribera de Orense y sus inmediaciones. Fue preciso viniese para ésta y otras provincias todo el vino de Castilla y partido de Toro, y Valdeorras, donde lo hubo en 1854, pero muy poco en 1855 en la parroquia de Petín e inmediatas.

Venían recuas, paraban en el pueblo del Pinto de Ordelles, donde ocupaban la noche en mezclarle agua, y así lo llevaban a Orense y a todas partes. Todos bebíamos vino aguado de un color muy negro en virtud de composiciones que le hacían y hasta lo ponían espeso. El más caro que compré aquí fue a 28, 30 y 32 rs. la olla, y el moyo a 12, 14 y 16 duros.

En esta huerta puse muchas cepas de avellano (aveleda??), vino de Amande, y en dos espalderas que tenía a los dos lados de la entrada. En algunas otras cepas de la misma uva hacia la casa y de terreno árido se cogieron un par de ollas de buen vino, y ninguno desde la calle que va abajo hacia el naciente, y lo mismo en el gran parral de la huerta de sobre los pozos que dio muchísimo vino, y luego que esfarnó se cubrió de peste, y todas las varas quedan manchadas y negras, y secan, y en la poda hay que cortarlas todas y dejar cotones, y aunque las cepas parecen secas, retoñan bien, menos en la viña de Melias, que como tiene poca tierra, a que sigue un sábrego seco y frio, ya en 1855 secaron del todo muchas de la parte de abajo, que si sigue en 1856 quedará despoblada.

Imagen de San Roque - Santo protector ante la peste y epidemias - Festividad 16 agosto


Año 1856
Cólera morbo. Gracias al Señor, en todo el año de 1856 no retoñó esta ira de Dios en toda España.

Oídium - Peste de las viñas. Esta plaga del Señor que nos dejó sin vino en el otoño de 1854 y 1855, fue mayor y más extensa en 1856. No se cogió un racimo sano en toda Galicia, y así todos los maragatos y otros innumerables arrieros se hicieron tratantes de vino de Valdeorras, donde ya no hubo tanto como los dos años anteriores, sino de Castilla. Aquí lo compré yo de tierra de Zamora a catorce y más duros el moyo, mezclado de muchísima agua y otras composiciones, y hasta del partido de León lo compré aquí a doce duros bien flojo.

¡Quién diría a todo Galicia que había de faltar el vino de toda ella, y de sus riberas del Sil, del Miño y Avia en tres años seguidos, secando muchas cepas y arrancando muchas más para sembrar granos y patatas! Lo más extraño es que, habiendo oído Nuestro Señor las oraciones que se han hecho por el cólera Dei, no se hace ninguna rogativa por la peste del viñedo, y así sabe Dios cuando parará. Su causa inmediata son los fríos de abril y mayo, y las heladas con las lluvias de San Juan, "que tolle o viño e non da pan".

En los tres primeros días de marzo hubo sol descubierto, en abril solo un día, y en todo mayo ninguno. En Galicia sobraba vino, pues hasta yo cogía de diezmo 30 moyos y en la huerta a 7 moyos y en Melias a 12 moyos. Véase ahora la diferencia de curatos comprando vino todo el año, hasta para las misas. Castigo visible del Señor para tanta borrachera como había, y ahora no se da un vaso de vino a ningún jornalero, ni en cavar, ni siegas, ni majas. Todos beben agua.

Año 1857
En 1857 el oídium, o peste del vino, fue también general en Galicia. Toda la arriería se ocupa de traer vino de Zamora, León y otros sitios distantes lleno de agua y composiciones. Van cuatro años de peste, secan muchas cepas, y si dura dos años más secarán todas. Ya hay en Madrid una fábrica para hacer vino, aguardientes y licores de la planta Holco Saccarino de África, y del sorgo de China, que ya siembran en España y Canarias. Los que vivan, verán el fruto de estos inventos. El mejor remedio sería aplacar la ira de Dios y reformar las costumbres.

Nota: rs. = reales (moneda). mrs. = maravedís
Unidades de capacidad para líquidos:
1 Cuartillo = 0,57 litros
1 Azumbre = 4 cuartillos = 2,28 litros
1 Cuarta = 16 cuartillos = 9,12 litros
1 Ola (olla) = 32 cuartillos = 18,24 litros
1 Canado = 2 olas (ollas) = 64 cuartillos = 36,48 litros
1 Moio (moyo) = 8 olas (ollas) = 256 cuartillos = 145,92 litros

Monedas y equivalencias en 1868:
1 maravedí (mr.) cobre = 0,75 cts. de peseta
1 ochavo cobre= 2 maravedís = 1,5 cts. de peseta
1 cuarto cobre = 2 ochavos = 8 maravedís = 3 cts. de pesetas
1 real plata = 25 cts. de peseta= 33,33 maravedís
1 pesetas plata = 4 reales = 133,33 maravedís
1 escudo = 10 reales
1 duro o peso fuerte plata = 5 pesetas = 2 escudos = 20 reales = 666,66 maravedís
1 coronilla oro = 5 pesetas
1 escudo oro = 10 pesetas
1 doblón oro = 20 pesetas
1 onza oro = 80 pesetas

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