La Feria de Luintra - Su gente



La Feria de Luintra – Su gente



Las ferias comarcales tuvieron en el pasado una gran importancia en la vida rural, tanto desde el punto de vista económico como social. Aunque ya hablé someramente de la feria de Luintra en el artículo “La Matanza”, considero que merece un comentario más amplio considerando la influencia que ha tenido en las gentes de nuestra parroquia durante muchas generaciones. También he decidido dividir este artículo en dos partes, para tratar en la primera de ellas mis recuerdos de la gente en su contacto mensual con la feria, detallando en la segunda parte datos históricos relativos a las ferias en general y al origen de nuestra feria de Luintra en particular. Esa segunda parte seguramente tendrá menos interés para una gran mayoría de lectores, por lo que hago esta separación para no cansar con referencias históricas y datos a quien no le interesen. Esta primera parte figura en el blog en el apartado de Lembranzas, mientras que la segunda se ubicará en la opción del menú de Armariz.

Para leer el artículo  completo clicar en "Seguir leyendo"  que figura a continuación.




Distribución de la feria con sus distintos apartados
La feria principal para los habitantes de nuestro municipio y otros pueblos de la comarca ha sido la de Luintra, que se celebra mensualmente todos los días 25. La otra feria igualmente próxima era la de Covas (San Ciprián) el día 5 de cada mes, aunque de menor entidad que la de Luintra. Éstas han sido las ferias a las que acudían mayoritariamente nuestros antepasados con sus animales para vender, a la vez que compraban aquellos artículos manufacturados necesarios para su vida diaria. No obstante, cuando  precisaban aperos de labranza u objetos que se salían de lo corriente, acostumbraban visitar las ferias de mayor envergadura, como eran la de Maceda, celebrada los días 20, o la de Orense de los días 7 y 17 de cada mes. En las ferias todo se comerciaba después del oportuno regateo. No se concebía una venta sin el ritual de las sucesivas ofertas y contraofertas de unos y otros hasta llegar al precio final.
En algunas ferias también se comerciaba con productos propios del mercado semanal

Respecto de Covas, hay que decir que con independencia de su feria, se acudía con frecuencia a la tienda allí instalada, la casa do Rei. Allí siempre había artículos que no se encontraban en las tiendas del pueblo, y a unos precios relativamente más competitivos, especialmente en la época del estraperlo. Se podía comprar aceite o azúcar por ejemplo a mejor precio que el que tenían otros estraperlistas. También se acostumbraba a comer allí por el buen trato que daban a los parroquianos, siendo su especialidad el bacalao y las raciones o postas de carne guisada con patatas.
 
Camino de la feria en carro con cerditos para la venta -Betanzos hacia 1926

Para quien no lo conozca, hay que decir que estraperlo era el término que se usaba en España para referirse al comercio ilegal y al mercado negro de productos sometidos a algún tipo de limitación en su venta. El nombre proviene de la combinación de las primeras letras o acrónimo, de los nombres Strauss, Perel y Lowann, formando la palabra straperlo, siendo éstos los apellidos de tres judíos holandeses que patentaron una ruleta eléctrica para el juego en los casinos. Los juegos de azar estaban prohibidos, pero debido a influencias y corrupción de dirigentes del Partido Republicano Radical, que estaban en el gobierno durante la Segunda República, consiguieron operar en el casino de San Sebastián y en el hotel Formentor de Mallorca. La ruleta estaba trucada, consiguiendo ganar fraudulentamente cuando querían. Como consecuencia del escándalo producido, se creó una comisión parlamentaria, que puso en evidencia la amplia corrupción en el Partido Radical fundado por el catalán Alejandro Leroux, lo que acabó por conducirlo a su extinción. A partir de entonces, se conoce como estraperlo cualquier chanchullo o negocio ilegal y fraudulento. En especial ese término fue empleado ampliamente en tiempos de la posguerra, entre 1936 y 1952 en que estuvieron vigentes las cartillas de racionamiento, para referirse al mercado negro o comercio ilegal de alimentos sometidos a racionamiento.
Narigón - Argolla para sujetar a los ternero por la nariz y guiarlos a la feria

Tradicionalmente, los únicos ingresos monetarios que entraban en la economía familiar provenían casi en exclusiva de la venta de las cabezas de ganado procedentes de la cría animal, fundamentalmente terneros, cerdos y gallinas. Ya en la posguerra, también la venta esporádica de alguna partida de madera de los bosques que rodean el pueblo, especialmente de pino, aunque también en menor medida de castaño y roble, fueron las otras fuentes de ingresos monetarios generados por la economía doméstica. No habiendo otros orígenes de dinero en efectivo, la población recurrió tradicionalmente a la emigración estacional o temporal para generar ingresos de efectivo necesarios para aumentar su calidad de vida, e incluso para poder pagar las contribuciones e impuestos, médicos, medicinas y cuantos artículos o servicios no eran producidos en el medio rural y que, consiguientemente, no admitían trueque o intercambio.
Vaca arrabada a la caballería camino de la feria

La asistencia a la feria era esperada con la ilusión de un día casi festivo. Se madrugaba, aseándose como para un día de fiesta. Los hombres con su chaqueta de pana nueva, o la zamarra en invierno, los zuecos o botas bien engrasados, la boina nueva y el cayado o paraguas, dependiendo del tiempo. Las mujeres también con su vestido nuevo, y las de más edad, muchas veces de riguroso luto, con su pañuelo a la cabeza atado bajo la barbilla o por detrás del cuello, y las más jóvenes con su melena al descubierto luciendo también sus pendientes y medalla al cuello, a ser posible de oro o plata, aunque es evidente que esto dependía de las posibilidades de cada familia. 
Típica vaca rubia gallega

Hay que precisar que acudir a la feria no era propiamente una fiesta, ya que llevar los animales para su venta suponía un trayecto trabajoso. Si se llevaba algún ternero, normalmente se acompañaba de la vaca madre para que fuera más dócil, llevándolo sujeto con un “narigón”, como se llamaba a una especie de argolla que se colocaba en la nariz del animal a la que se le enganchaba una cuerda para sujetarlo y guiarlo. Los animales había que vigilarlos constantemente hasta el regreso a casa. Si se llevaban cerdos para la venta, la dificultad de guiarlos era mayor, dependiendo también de su edad. Si eran cerditos pequeños también se llevaba a la madre para mantenerlos agrupados. En cualquier caso debían ir por lo menos dos personas, una delante echándoles algunos granos de maíz para guiarlos y otra detrás con una vara para mantenerlos agrupados. Las gallinas se llevaban con las patas atadas en una cesta grande de mimbre con asa. Como es obvio, en la época a la que se refiere este relato, años 50 del pasado siglo y anteriores, no había carreteras, ya que la primera que pasó por nuestra parroquia fue construida después de 1955. Los caminos eran malos y empinados, llenos de charcos y agua en invierno, usando atajos cuando era posible, lo que todavía hacía más difícil el trayecto. Como las aldeas de nuestra parroquia están en la margen izquierda del valle del río Loña, el recorrido es muy accidentado. Primero hay que descender hasta el río, para cruzarlo, y luego ascender casi continuamente hasta llegar a Luintra. Calculo que yendo a buen paso se tardaba más o menos en una hora, pudiendo alcanzar las dos horas si se iba con animales. Durante el trayecto a la feria era normal encontrarse y compartir el camino con otros vecinos que también llevaban el mismo destino, por lo que se formaban grupos para entretenerse hablando y ayudarse mutuamente.

Comerciando con plantas de vivero - Feira de Palas de Rei - hacia 1950

Antes de llegar a la feria propiamente dicha, y cuando se llevaba ganado vacuno para la venta, ya los tratantes acudían a la entrada de la población para hacer una oferta y conseguir rematar la operación antes de entrar en competencia con otros tratantes, en unas condiciones más ventajosas para ellos. Si no se llegaba a un acuerdo se marchaba el tratante maldiciendo de mal humor, diciendo entre otras cosas, ¡¡¡Se non ma vendes, ha-la de comer, carallo, ha-la de comer!!! . Se continuaba entonces el camino hasta el campo de la feria, donde había un cierto orden establecido ya por la costumbre y tradición.
Tratantes de ganado examinando un ternero - Lugo

A las ferias acudían tratantes de ganado profesionales que compraban vacas y terneros en estas tierras para revenderlos en Orense a otros mayoristas, con destino final los mataderos de otros lugares del país. Eran personas con su característico blusón negro, boina y bastón o vara (aguillada). La verdad es que nunca me han caído bien los tratantes, aunque sin duda habrá habido en la profesión gente honrada. La impresión que me producían esos señores, generalmente gordos, de mejillas coloradas, fruto de la abundante comida regada con buen vino, era de cierto rechazo, ya que su buena vida era a costa de los esforzados labradores a quienes compraban sus animales. Su buen aspecto físico contrastaba con la de aquellos a quienes compraban, delgados por el mucho esfuerzo en su trabajo diario, y donde la mayoría de la gente pasaba algún tipo de privación en los duros años de la posguerra. Eran tipos de mirada fría, charlatanes, mal hablados y astutos, como es natural, cuyo negocio consistía en aprovecharse lo más posible de la inocencia de los aldeanos, poco conocedores de las cotizaciones del mercado dado su aislamiento y dispersión.
En la feria esperando comprador - Hacia 1940

El campo de la feria estaba en el entorno de lo que hoy es la iglesia de Luintra y las casas que la rodean, que se conoce ahora como Plaza Mayor o Plaza de Luintra. Bien entendido que entonces no existía la actual iglesia, ni siquiera Luintra era parroquia independiente, ya que pertenecía a la parroquia de San Martín de Nogueira. En 1953 se segregó de la misma pasando a ser la Parroquia de Santa Eulalia (Santa Baia o Santa Olaia, en gallego), abarcando los lugares de Seara de Arriba, Valdomar y Fontes además del propio Luintra. La iglesia se asienta sobre una elevación formada por unas piedras graníticas, lo que en gallego se conoce como un “outeiro”, que estaba rodeada por edificios, que básicamente son los mismos que en la actualidad, con independencia de que alguno haya sido demolido y reconstruido otro en el mismo solar.

En la feria vendiendo terneros - Hacia 1950
La localidad de Luintra actual es consecuencia de la propia feria. Todos los edificios que actualmente rodean la plaza mayor de la población, en torno a la iglesia, fueron construidos a la sombra de la actividad que generó la feria. Ésta celebró su primera edición el 25 de junio de 1849, como indico más adelante. Antes de la celebración de las ferias mensuales, Luintra era un casal más pequeño que la mayoría de las aldeas que componían el municipio. Su desarrollo se produjo a partir de la ubicación del ayuntamiento en su población, y de la concesión de la feria que trajo aparejado la instalación de tiendas y servicios para el conjunto del municipio. Posiblemente también la ubicación del ayuntamiento en esa población estuvo motivada por estar en ese lugar el único edificio representativo del municipio, que sigue siendo la actual casa consistorial, que había pertenecido al Priorato de Luintra, una comunidad de monjes dependiente del Monasterio de San Esteban. A partir de esa nueva realidad, creada como centro comercial y de servicios del municipio, se construyó la red de carreteras comarcales que ya pasaron por esa nueva población como centro geográfico del municipio, propiciando su posterior desarrollo.
Cerdos en venta - Feria de Allariz años 50

La elevación del terreno donde hoy se asienta la iglesia, en su parte frontal que da hacia la escultura del afilador, estaba cortada casi a plomo, dando una mayor amplitud a este espacio de la plaza. En ese lado casi vertical, y aprovechando su protección contra el viento, se colocaban las varias pulpeiras que concurrían los días de feria.  En la actual calle que va desde la rotonda de entrada a la población hasta el restaurante de Olegario, se colocaban las vacas y terneros. También en una casa de esa misma calle se ubicaba la farmacia en su primera etapa. En la elevación que hoy ocupa la iglesia, que contaba con algún árbol, era el lugar para los cerdos. Finalmente, toda la calle que va desde la rotonda de entrada, por la parte izquierda de la plaza, hasta la caseta actual del pulpo, era el lugar para las gallinas y vendedoras de hortalizas de vivero para plantar, fruta de la ribera como uvas, cerezas y pavías, e incluso plátanos o naranjas venidos de otras regiones, y algunas veces incluso roquillas. También concurrían feriantes de bisutería y artículos de mercería y telas baratas para batas, delantales y ropa interior. Finalmente también acudían vendedores de artículos de barro como cazuelas, tazas, ollas para el agua y otros artículos diversos para la cocina.
Cerdos en venta - Feria de Allariz hacia 1960

Al margen de los puestos de productos indicados, más o menos habituales, también concurrían otros personajes que aprovechaban la afluencia de gente para ganarse la vida. En la época más calurosa se vendía limonada, que era portada por el vendedor en una especie de cántaro metálico cilíndrico forrado de corcho que colgaba de la espalda, con un grifo para llenar el vaso que vendía de forma ambulante. Esta persona pregonaba su producto gritando ¡¡¡limonada, limonada fresca!!!. También concurría un personaje simpático, al que llamaban Lisardito, que llevaba una especie de gabardina llena de imperdibles para vender, y que pregonaba ¡¡Lisardito, imperdibles, por tres imperdibles un besito!!!. A veces acudía algún ciego con su lazarillo recitando romances de ciego, u otro tipo de gente vagabunda con alguna atracción. En la posguerra estos personajes casi desaparecieron de las ferias por el férreo control de la Guardia Civil sobre todos los ambulantes no estables, que rápidamente clasificaban en la categoría de “vagos y maleantes”.
Rosquillera insertando las rosquillas en un junco

Cada uno que llegaba a la feria se instalaba en un lugar disponible, según el tipo de animal que llevara para vender, esperando el paso del tratante de turno o del paisano que se interesara por el animal. Se iniciaba el inevitable regateo. A veces se llegaba a un acuerdo, otras veces el comprador hacía ademán de marcharse a la espera de que el vendedor lo llamase para aceptar su oferta. Cuando esta llamada no se producía el comprador se iba ver otros animales, ocurriendo que a veces volvía al punto de origen para intentar cerrar el trato en un punto intermedio entre lo demandado y lo ofertado por él. Si se cerraba el trato al precio acordado, se daban la mano, y ese apretón tenía el valor de ley. Nadie osaba desdecirse del trato cerrado. Eran tiempos en los que el honor y el buen nombre primaban sobre otros intereses. También podía ocurrir que no se consiguiera ninguna oferta satisfactoria y se regresara con el animal otra vez para casa, aunque esto ocurría muy escasamente. Los tratantes siempre jugaban con ventaja, ya que eran todos conocidos entre sí y acordaban más o menos los precios a ofertar. Los labradores, dada su dispersión y falta de comunicación e información de las cotizaciones del mercado, siempre llevaban la peor parte. La feria propiamente dicha terminaba después de comer hacia las cuatro de la tarde. En los tiempos que yo recuerdo los pagos se hacían al contado y en el acto. Los tratantes siempre llevaban grandes fajos de billetes de 1.000 pesetas, que al mismo tiempo eran un signo externo de su poderío.
Camino de la feria - Años 40s

Hacia el medio día la feria llegaba a su apogeo. Los vendedores estaban alineados en las respectivas zonas según la clase de animal a la venta. Los posibles compradores y tratantes iban pasando para negociar con los vendedores a voz en grito. Los animales nerviosos y estresados por lo extraño del lugar para ellos, berreando sin parar, mugiendo las vacas y becerros, gruñendo los cerdos y cacareando las gallinas. El suelo se iba llenando de excrementos. La gente hablaba en tono alto para entenderse en medio de tanto bullicio y al mismo tiempo para imprimir mayor convicción a sus ofertas o rechazos. Las tiendas, bares, consulta médica o del dentista, se llenaban también de gente en estos días, originando una actividad frenética, como si todo debiera de ser hecho en aquel día. Era todo una pequeña locura que contrastaba con la vida tranquila e independiente que se vivía a diario en sus casas de la aldea y en el trabajo diario del campo. En definitiva, un día estresante y lleno de emociones para aquellos que iban a vender sus animales, por la responsabilidad de hacer un buen trato, que representaría en algunas ocasiones el dinero necesario para ayudarse a subsistir el resto del año.
La feria como lugar de compra de lo necesario para la vida corriente

Si la jornada había sido fructífera, vendiendo lo que se llevaba a un precio razonable, se aprovechaba también para comprar aquello que era necesario para la casa, además de regalarse con esos pequeños caprichos de comida y diversión que en otras circunstancias no se podían permitir. Desde que yo recuerdo siempre se comió el pulpo cocido al estilo “á feira”, aliñado con sal, pimentón y aceite de oliva. Este plato siempre fue muy popular en todas las ferias, acostumbrando a comprar las raciones a las pulpeiras para luego comerlas en la taberna con el pan y vino que allí servían, bien como aperitivo o como plato principal. También se acostumbraba a ir a la carnicería del Paquete, que también vendía comestibles, para allí mismo comer una posta de carne, que era una ración de carne de ternera guisada con patatas. También se podía pedir carne cocida “o caldeiro” o un filete o chuletón con patatas fritas, aunque esto último era ya un lujo, constituyendo una auténtica celebración y no era lo habitual de cada día. También en los días de feria solían preparar callos en la tienda de Cholín (Sr. Jesús). Otras veces, si la situación económica no lo permitía, incluso se llevaba la comida de casa, limitándose entonces a ocupar una mesa en la taberna, pagando el pan y el vino, que nunca debían faltar. En estas ocasiones se consumía pan de trigo, lo que suponía una novedad comparado con el negro pan de centeno de cada día. También el vino de la ribeira era de mucha mejor calidad que el que se consumía diariamente de la cosecha propia. El ambiente festivo, ayudado por el vino, animaba el ambiente formándose un bullicio considerable en las tabernas de gente contenta que hablaba a gritos para lograr entenderse. Gente sencilla, con gustos también sencillos, como comer hasta llenar el estómago y animarse con el vino para así apagar las penas de otras privaciones que los acompañaban el resto de días de duro trabajo. Algunos remataban la “fiesta” con café de puchero con una copa de aguardiente. Las personas de más edad en lugar de ir al baile jugaban una partida de cartas. Por unas horas se vivía la ilusión de la abundancia.
Las ferias siempre han sido lugar adecuado para el intercambio de ideas y noticias

Los locales de comida que he comentado, no eran del tipo de restaurantes que conocemos hoy en día, sino que eran las tiendas de pueblo donde se vendía de todo, muy tradicionales en la Galicia rural. En estas tiendas se encontraban productos de alimentación, mercería y ferretería, entre otros, haciendo a la vez la función de taberna, o de restaurante en determinados momentos. Siempre había alguna mesa que servía para la partida de cartas y para comer. Estas mesas a veces estaban en la propia cocina del establecimiento, ya que en épocas frías la cocina proporcionaba el calor necesario. Así, que yo recuerde, en Luintra estaban las tiendas del Carabinas, el Paquete que también era carnicería, Olegario, donde también se celebraba el baile y el Sr. Jesús más orientado a la ferretería. Estos locales eran los únicos puntos donde relacionarse con otros amigos, aparte de la misa dominical. Incluso en alguna de estas tiendas se celebraba el baile de los domingos.
Los cestos en la actualidad. Siempre han sido de primera necesidad en el campo.

La gente joven acompañaba a los mayores a la feria para ayudar, pero también aprovechaba cualquier oportunidad para la diversión, en unos tiempos con escasas oportunidades. En los días de feria el mocerío aprovechaba para asistir a un baile que se celebraba por la tarde en el bar-salón de Olegario, donde Gerardo tocaba el acordeón. Este acordeonista tenía fama reconocida en la comarca, tanto por su dominio del instrumento como por sus dotes de animación. Cantaba y animaba a la gente tocando el acordeón sentado en una silla sobre una mesa. Eran los tiempos sin luz eléctrica ni micrófonos, con una interpretación en vivo, directa y animada, donde el estado de ánimo del intérprete se transmitía directamente a la audiencia. Yo nunca vi ese baile, aunque me hubiera gustado poder palpar la alegría y sentimientos de esos momentos tan auténticos.  A este baile acudían, no solo los que habían ido por mañana a la feria, sino también los jóvenes de los pueblos de la comarca, que por la tarde iban andando la hora y pico de camino que costaba llegar. El local se abarrotaba de gente joven, que encontraba el aliciente de ver caras nuevas y no solo las acostumbradas de sus vecinos en los bailes de cada domingo en su parroquia. Al atardecer se daba por terminado el baile, ya que no podemos olvidar que todos los desplazamientos se hacían a pie y no había luz eléctrica. Si se hacía de noche era casi imposible andar por aquellos caminos tan empinados y con un piso sumamente irregular de piedras y charcos. El regreso antes del anochecer daba fin a un día lleno de emociones, alegrías o decepciones, dependiendo del resultado de las expectativas que cada uno se hubiera formado por la mañana. Ya en los años cincuenta se empezó a generalizar el uso de linternas de petaca, aunque la luz que emitían era realmente tenue y escasa para aquellos caminos tan irregulares. Aun con todo supuso un gran avance para poder asistir a verbenas y regresar los mozos de noche a sus casas.
Los utensilios de barro o alfarería siempre han estado presentes en las ferias

A los chicos pequeños, que no íbamos a la feria, nos solían traer un “cornucho” de pan y un plátano, fruta exótica para nosotros en aquel entonces y que solo veíamos en estas ocasiones. El “cornucho” era una especie de panecillo de pan de harina de trigo, hecho con dos rulos de masa cruzados y retorcidos, formando una especie de panecillo de cuatro cuernos.
Vendedora de productos de su huerta

La feria era el punto de referencia para solventar otro tipo de necesidades de servicios que no existían en las aldeas de las parroquias. Se aprovechaba el desplazamiento para consultar al médico, que ya en los años 50 residía en Luintra, o al dentista, que acudía a pasar consulta solo los días de feria, o para comprar alguna medicina en la farmacia. También era el momento para hacer consultas jurídicas sobre problemas legales, o para la redacción de documentos de compra-venta, testamentos o de otros tipo, o incluso gestiones en el Ayuntamiento. También se aprovechaba para comprar alguna tela barata que luego en la propia casa o la modista del lugar convertiría en batas de diario, delantales o cualquier prenda de ropa interior. La tela de los vestidos de fiesta acostumbraba a comprarse en Orense. En aquella época se puede decir que casi la única prenda que se compraba confeccionada eran las camisetas de felpa.
 
El pan también ha sido tradicional en las ferias, en espeical el pan de Cea

Desde siempre he sentido curiosidad por encontrar la respuesta a ciertas dudas que nadie ha sabido contestarme hasta el momento, como por ejemplo por qué nuestro ayuntamiento está en Luintra y no en Nogueira, desde cuando data la celebración de la feria de Luintra, o cuando se redimieron los foros que la gente de nuestra parroquia pagaba a los propietarios de la tierra, que eran el monasterio de San Esteban o el Marquesado de Aguiar, y otras similares. Es un desafío para mí ir encontrando la respuesta a todas esas preguntas.
El pulpo "á feira" ha sido y sigue siendo una constante gastronómica en todas las ferias

En lo concerniente a la antigüedad de la feria de Luintra ya he llegado a encontrar la solución. En la sesión de pleno del Ayuntamiento de fecha 23 de junio de 1848, siendo alcalde D. Alejo Pérez, se acordó solicitar la celebración de una feria mensual para el día 25. Obtenida la concesión de la feria, el pleno del Ayuntamiento en su sesión del 27 de mayo de 1849, acordó lo siguiente:

“Reunido el Ayuntamiento en su mayoría acordó la aprobación del acta anterior y que se oficiara al Señor Jefe Superior Político de la Provincia para que mandara insertar en el Boletín Oficial el anuncio para la celebración de la Feria el 25 del entrante Junio en el lugar de Luintra con las condiciones siguientes:
Cada vecino tendrá obligación bajo la multa de ocho reales a presentarse en cada uno de los días en que se celebre dicha feria con ganados o cualquier otra cosa que tenga, desde las diez de la mañana hasta las cuatro de su tarde, aplicando los productos de estas multas a lo que se determinará con la supuesta aprobación.
Los pedáneos de cada Parroquia, o quien los represente, harán un exquisito recuento bajo su responsabilidad entre las diez y once de cada día.

Queda obligado el pueblo de dicho Luintra a dar el local necesario para la mencionada feria sin que en tiempo alguno pueda pedir retribución alguna. Ningún propietario podrá formar tendal sin expresa licencia del Ayuntamiento.

Queda responsable de facilitar el local correspondiente para dicha feria Don José Gómez, Teniente de Alcalde 2º. Firman y certifico como Secretario interino.”
Tienda-Bar de Codeseda - hacia 1970

Así pues, se puede decir que la primera feria de Luintra tuvo lugar el día 25 de junio de 1849. En mi próxima visita a Orense aprovecharé para localizar en el Boletín Oficial de la Provincia de Orense el anuncio en el que se oficializa la concesión de la misma.

Por las reseñas que incluyo en el artículo sobre la Historia de la Feria de Luintra, que complementa el aquí expuesto, parece ser que ya previamente hubo una feria en San Esteban de Ribas de Sil y en el propio Luintra, pero que había desaparecido desde tiempo inmemorial.
Pulpeira en la feria - años 50s
Pulpeira de Luintra en su caseta en la actualidad

Quien esté interesado en conocer otros detalles del proceso para solicitar la feria, así como una breve reseña de las ferias en la antigüedad y en especial en la provincia de Orense, puede leer el artículo cuyo enlace figura a continuación.


Historia de la Feria de Luintra



NOTA: Algunas de las fotos  que ilustran este artículo han sido tomadas de libro:

De Garabás e Maside: Os Tratantes, Chaláns ou Corredores de Gando - Xosé Ricardo Rodríguez Pérez

La demás proceden de distintas páginas de internet de las que no he podido identificar su origen.

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